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La cena de navidad

¿Qué pasa cuando el deseo aparece en Nochebuena? Lee esta intensa confesión sobre cómo la comadre y un amigo aprovechan el momento para una noche de pasión.

CONFESIONES DE INFIDELIDAD

5 min read

Resulta que mi amigo Manuel me llamó por teléfono y me preguntó dónde pasaría la Navidad. La verdad, no tenía aviones, así que acepté. Mi amigo Manuel estaba peleado con su esposa y no quería pasar la Navidad sin hablarle, a pesar de que tienen dos hijos pequeños.

Al parecer, la comadre Laura, quien es una linda hembra, alta, ya la que los dos partos han puesto para comérsela (pues ahora sus senos son grandes, caderas anchas y un buen prospecto de culo con volumen), había sorprendido a mi compadre con algunas llamadas telefónicas incriminadoras.

Lo cual me confirmó el compadre Manuel, quien me dijo que tenía una amante y que estaba loco por esa chica.

Así que, antes de las doce, nos sentamos con el compadre a beber licor. El compadre me dijo que quería salir a ver a su amante, pero no podía, pues su mujer no le creería ninguna excusa en ese momento.

Así que nos sentamos a beber ya eso de las doce llegaron los regalos y abrazos. Mi amigo Manuel ya estaba casi borracho. Los niños abrieron sus regalos, y luego de jugar un rato, los venció el sueño. Así quedamos solo la comadre Laura, el compadre y yo.

El compadre siguió bebiendo y ya casi no podía sostenerse en pie. Luego se quedó dormido sobre la mesa. Con la comadre lo llevamos a su habitación y lo dejamos acostado con todo y ropa.

Luego nos sentamos con Laura, quien se quejó conmigo de su marido. Ella ya sospechaba que el compadre andaba con alguna mujer.

Laura se había puesto muy guapa; Tenía puesto un vestido de una sola pieza, de esos que se pegan al cuerpo, así que sus senos se veían grandes y sus nalgas se veían muy deseables.

Tomamos algunos vasos de clericó, que tenía licor también, así que al poco rato nos pusimos algo cachondos. Le pregunté si quería bailar y ella ayudó. Mientras nos movíamos al ritmo de la suave música que sonaba, ella me dejaba tocarle las piernas y abrazarla a cada momento, pero sin extralimitarse. Luego empezaron los piropos por mi parte, que eran más directos.

"—Ese compadre sí que la arruina, pues, ¿quién quiere tener otra mujer si usted está tan linda todavía?" —le decía yo.

La comadre se sonrojaba y se reía; No le molestaba que yo la adulara. "—¿Usted cree, compadre, que todavía puedo sacar la tarea?" —pregunté.

"—Ay, yo creo que de sobra, comadre. Usted está más linda cada año."

Luego de estar charlando y cachondeando, vimos la hora y eran ya las tres de la madrugada. La comadre dijo que ya tenía sueño, que los ponches le habían dado sueño.

La dejé en la puerta de la habitación, todavía esperando que mi suerte cambiara y yo terminara en la misma cama que la comadre, pero al parecer no iba a ser así. Ella se despidió en la puerta y me dijo que tal vez en otra oportunidad podríamos seguir charlando así. Me dio un beso en la boca corta y se metió a su habitación. Me fui caminando hacia la que me habían dado. En eso, oigo un grito; Era un grito de Laura. Corrí y abrí la puerta. Allí estaba Laura diciendo cosas. Vi a mi compadre y, al parecer, había vomitado sobre la cama y las sábanas estaban hechas un asco. Por supuesto, mi compadre ni en cuenta, seguía dormido.

"—¿Y ahora qué voy a hacer para dormir? No tengo ganas de cambiar nada a estas horas. Lo haré por la mañana."

Eso fue música para mis oídos y, sin dudar, le ofrecí que se quedara en mi habitación. Le dije que me portaría bien. Ella se rio y me dijo que estaba bien, pero que me portara bien. Ella se quedó poniéndose ropa cómoda para dormir, y yo la esperé en la habitación para visitas.

Apagué la luz principal y solo dejó una luz de la lámpara de noche.

Pasaron veinte minutos y ella no llegaba. Pensé que se había arrepentido. Pero de repente, se abrió la puerta y allí estaba ella. Se había puesto un baby doll de infarto. La parte de arriba era transparente y se dibujaban bien sus senos, sobre todo sus grandes pezones. Abajo le llegaba solo hasta donde empiezan las nalgas y su tanga transparente dejaba ver la matita de pelos que cubrían su vulva. Ella me dijo: "—No me veas." Hice como que no la miraba mientras ella se metía a las sábanas.

"—¡Comadre, qué bella se ha puesto!" —le dije. Ella contestó: "—Yo así duermo, con esta ropa".

Ella se puso de lado y yo me pegué a ella por atrás y la abracé, mi pene pegado a sus nalgas. "—Ay, compadre, abráceme, pues creo que sentí un poco de frío", me dijo ella. Eso fue suficiente para comprender el mensaje: la bella comadre quería un poco de acción esa Nochebuena.

Saqué mi verga de mi bóxer y comencé a sobarle las nalgas cubiertas por un hilo dental. Se lo hice a un lado para que el glande de mi verga se frotara directamente con sus labios vaginales y su clítoris. Eso le gustó a mi comadre, porque movía su trasero al ritmo de la frotada.

Fui sintiendo cómo su raja se calentaba, y luego sentí la humedad de su cavidad en mi verga. Ya era el momento, así que, poco a poco, se la fui metiendo en su chochita. Ella gimió, y yo no me detuve hasta que se la tuve hasta la mitad de mi tronco. Luego la abracé para meterle otro poco y empezar a pistonear mi verga en su raja. Los gemidos de mi querida comadre no se hicieron esperar. Ella empezó a gemir ya decir que su marido era un hijo de p.

No cabe duda que se estaba liberando un poco del estrés, y yo metiéndosela lo más profundo que podía. La estuve pistoneando un buen rato, hasta que oí que se estaba corriendo. Luego cambié de posición y la puse al estilo perrito. Ella no dejaba de gemir, y todo indicaba que la estaba pasando bien. Formamos un solo cuerpo, fundidos uno con el otro. Yo no dejaba de cogerla, ya la vez le manoseaba sus buenas tetas y sus pezones carnosos. No pudimos evitar corrernos casi al mismo tiempo. Primero yo, y al sentirlo, pistoneé más fuerte para lograr que ella se corriera, y los dos empezamos a aullar de gusto.

Le solté una buena cantidad de semen en su interior, muy profunda. Luego nos quedamos abrazados hasta dormirnos. La comadre Laura se levantó temprano para asear su habitación.

Yo me duché y me despedí de ambos, agradeciendo la hospitalidad. La comadre solo me hizo ojos de agradecida.