Mi entrenador personal

Una joven esposa encuentra en su entrenador personal el deseo apasionado

CONFESIONES DE INFIDELIDAD

3 min read

Esposa y su infidelidad con su entrenador personalEsposa y su infidelidad con su entrenador personal

Desde mi embarazo, quedé algo gordita y quería bajar de peso. Mi marido dijo que conocía a un entrenador personal y que le hablaría para que nos entrenara a una amiga ya mí. Así obtendríamos resultados de forma más rápida y segura. Cuando llegó a casa junto a quien sería nuestro entrenador, apenas lo vi, me impresionó su presencia. Hablamos sobre lo que queríamos lograr y cómo sería el entrenamiento (la mayoría de las veces al aire libre). Acordamos el precio por su servicio, mi esposo estuvo de acuerdo con él y nosotras, encantadas.

Al día siguiente, pasó por nosotras y fuimos a un deportivo cerca de casa.

Ese día terminé molida; Hacía años que no hacía nada de ejercicio. Él nos dijo que sería día por medio, pero yo soy muy obsesiva y le pedí que, por favor, fuéramos un diario para bajar de peso más rápido.

Era muy pesado el entrenamiento, pero me aguanté; quería bajar esos kilitos de más.

Mi amiga desertó a los dos meses; su marido era muy celoso y ya no la dejó ir.

Yo fui bajando de peso, marcando mi cuerpo. Él, el entrenador, llegaba a casa y se ponía a platicar con mi marido.

Era muy atento, nada que ver con mi marido. A los seis meses, yo me miraba y me sentía muy diferente. Nada que ver con la gordita que era. Ese día, al terminar de entrenar, me llevaba a casa y le dije: —Gracias por todo y por cómo me veo y siento.

Me miró y dijo: "Qué agasajadas se dará mi amigo con ese lindo cuerpecito." Yo lo miré y le dije: "Aquí, en confianza, tu amigo tiene tiempo que no me toca". Él solo me miró, no dijo nada. Me dejé en mi casa y se fue.

Al día siguiente, fuimos al aire libre a entrenar, más precisamente a una cancha de tenis. Estando entrenando le dije: "Discúlpame por lo que te dije ayer, no era lo indicado que tú supieras de mis temas personales."

Él: —No te preocupes, estamos en confianza.

Yo soy de piel blanca, ojos claros, pelo quebrado al hombro. Tengo las piernas torneadas, pechos medianos, pero firmes, y unas pompis bien paraditas.

Yo, la verdad, sentí que me enamoraba de él, pero él no me tomaba en cuenta. Por un momento llegué a pensar que era gay.

Pero ese día le dije: "No quiero entrenar hoy". Él medio dijo: "Me hubieras avisado y no pasaba hoy". Lo miré y, nervioso, le comentó: "Quiero hacer el amor contigo". Me miré y no dijo nada.

Yo: "¿Que no te gusto?" Él me contestó: "¡Sí, me encantas!" Ahí lo besé en esa cancha de tenis y lo hice con mucha pasión contra un poste de metal que allí había. Luego me dijo que fuera con él. Subimos a su automóvil, él manejó más rápido y me llevó a un hotel.

Entramos a la habitación y sin más me besó y me quitó la ropa. Quedé en bralette y tanguita.

Él se desnudó. Yo miré su cuerpo bien trabajado y tenía una verga larga y cabezona. Me recostó y metió su cabeza en mi entrepierna y comenzó a mamar mi sexo.

¡Tanto tiempo sin macho que me tomará así! Sentía deliciosa su lengua dentro de mí.

Después se acomodó en medio de mí y me metió su verga; Estaba dura y muy caliente.

"¡Ayyyy... así!... ¡Rico... asíííí! ¡Ayyy sí, mmmmm, ayyyyy mmm, ayyyyy mmm!"

Él me mordía un poco los pechos, el cuello. Después me dijo: "Ponte en cuatro". Me la metió de un jalón y me dio duro, muy fuerte.

Yo: "¡Ayyy, qué rico! ¡Ayy, así, muévete más, ayyyyy así más!"

No paraba de cogerme y yo terminé en esa postura sin más.

Era fascinante. Me tendió en la cama y me dijo: "Súbete". Yo, temblorosa, le obedece. Él: "Muévete así, más, más, así, rica."

Yo: "¡Ayyy, qué rico, mmmmmm, ayyyyy!"

En eso sonó mi celular y era mi marido. Él medio dijo: "Contesta". Yo seguía montada y contesté: "¿Bueno?... ¡Sí, amor! Estamos entrenando, ¿qué?... Sí, al rato llego, no tardo", le contesté, mientras jadeaba un poco. Traté de disimular, pero mis palabras salían entrecortadas de la calentura que tenía.

Él me seguía moviendo y yo hablando con mi marido. "Sí, amor, espero ya terminar y voy contigo, no tardo".

Colgué y él me dijo: "Vamos, termina conmigo, anda".

Yo: "¡Sí, papi, sí!... ¡Ayyyy mmm, ayyyyy sí, mmmmmm, ah!"

Fue maravilloso sentir el palpitar de su verga terminar dentro de mí.

Él medio dijo: "Fue excitante que nos hablara el gordo". Yo lo miré y le sonreí.

Al llegar a casa, mi marido me dijo: "Oye... ¿qué te hacía ese cabrón? Parecía que te estaba matando, jajajaj".

Yo: "Hacíamos sentadillas, amor". Él me tocó las nalgas y me dijo: "Qué buena te estás poniendo, amor". Yo solo le sonreí, pero desde ese día mi entrenador me atiende y mi marido feliz porque tiene una mujer con un cuerpo más durito.